El erigirnos en salvador/a de nuestra pareja, es un patrón bastante común, que se da en muchas relaciones.
Es un patrón que podemos adoptar, fruto de nuestra experiencia en la infancia y de determinadas creencias que hemos podido adoptar en relación a nosotros, a nuestra valía y a cuál es la fórmula para conseguir el amor de las otras personas
Así confundimos amor con dependencia; y buscamos convirtiéndonos en salvadores y potenciadores del otro su más absoluta lealtad y agradecimiento y que no nos abandone nunca.
La famosa expresión: ¿Quién te va a querer como yo te quiero? ¿Quién te va a dar lo que yo te doy? ¿Qué encierra detrás? ¿Qué esfuerzos tenemos que hacer para conseguir semejante posición?
En realidad tales expresiones llevan implícito: no eres suficientemente bueno/a para ser merecedor de amor incondicional; y lo que pone de manifiesto es que en realidad es así como yo me estoy viendo; veo reflejado en tu espejo mi propia carencia y falta de autoestima. Si no hago méritos, simplemente por lo que soy, no es suficiente para que me quieran.
Así determinadas personas adoptan el patrón, desde esa carencia, de ser el salvador del otro.
Hay muchas mujeres, que creen que su rol es potenciar a sus parejas; entendiéndolo como” tú eres mi prioridad”, como si fuera una “inversión” en la relación para asegurarnos protección y que no nos abandonen.
Es una manera de buscar reconocimiento del otro haciéndose imprescindible. El asunto es que el otro se acostumbra a recibir, considerándolo una obligación de la otra parte. Si es una obligación ya no hay reconocimiento; o no tanto como cabría esperar; y la mujer se siente dolida y frustrada. No sólo no ha conseguido ese reconocimiento que tanto ansiaba, sino que además se siente insegura y acreedora de su inversión.
Es genial potenciar al otro cuando estamos en pareja, en la medida que nos lo solicite y nos estemos ocupando de nosotros y nuestra vida.
Si yo me valgo por mí mismo y confío en mis capacidades y autovalía, no necesitaré ni dependerá de la confirmación del otro y de tener que “invertir” en él. Si yo me reconozco y de igual a igual me doy al otro, todo lo demás vendrá como consecuencia normal de una relación equilibrada. Así no seré deudor ni acreedor.
Antes de salvar al otro tendríamos que preguntarnos ¿me estoy ocupando de mí? ¿O delego esa tarea a los demás? Y ¿Estoy dando en el lugar adecuado?
En una relación equilibrada las personas eligen libremente estar en pareja; se relacionan desde el amor, el respeto y de igual a igual; y desde ahí se potencian y buscan espacios y momentos donde compartir sus caminos.
Sonsoles Fuentes dice
Aquí les dejo más información sobre este síndrome de la pareja salvadora:
http://www.loquedeverdadnospone.blogspot.com.es/2016/02/que-harias-tu-sin-mi.html