Estamos confinados en nuestras casas, que es lo mismo que encerrados, a causa del estado de alarma decretado como consecuencia de la pandemia ocasionada por el coronavirus.
Estamos encerrados y muchas personas sienten que han sido privadas de su libertad.
Como es afuera es adentro. Como es dentro es fuera.
Este encierro externo, impuesto desde afuera, esta falta de libertad, es un reflejo de nuestro propio encierro interno y nuestra falta de libertad interna.
¿Acaso alguien se creía libre por tener libertad de movimientos? Y ¿desde qué libertad interna estaban expresando su libertad externa?
La verdadera libertad es interna.
Hemos visto con claridad, que por mucho que nuestro ego crea o pretenda controlar los sucesos; la vida es una sorpresa continua, y sucesos inesperados pueden llegar en cualquier momento a nuestra vida, sin pedirnos permiso para ello y sin que nada podamos hacer para impedirlo. No controlamos nada. Ahí no está la libertad.
La verdadera libertad radica en poder elegir, como decido vivir internamente eso que me ha venido impuesto desde fuera.
ES MOMENTO DE RESIGNIFICAR LA LIBERTAD. La libertad primera y última es interna.
EL VERDADERO ENCIERRO que está quedando de manifiesto, es el encierro interno de nuestras cárceles mentales particulares.
Este encierro físico, es necesario y temporal. Pero y ¿qué pasa con el encierro de nuestra propia e interna cárcel particular? Ese no depende de órdenes o medidas decretadas por los gobiernos; ese depende exclusivamente, de una decisión libre y personal de querer salir de ese encierro o confinamiento.
Cada uno tiene sus propias paredes, de su propia cárcel mental y emocional, y de ahí no nos puede sacar nadie, por más que se abran o cierren fronteras. De ahí sólo podemos salir nosotros. Eso sí; no voy a decir que sea fácil, ni rápido ni cómodo y mucho menos si lo hacemos sin ayuda o acompañamiento profesional.
La mayor limitación del ser humano está en su interior. ¿Nos damos cuenta de esto?
Este encierro impuesto desde fuera, nos está mostrando el verdadero encierro, que es interno, y que aunque no lo hayamos elegido, sí podemos elegir salir de él, o seguir prisioneros.
Cada cárcel interna está compuesta de todo aquello que nos impide ser libres y mostrar nuestra verdadera esencia y nuestra auténtica pulsión de expresión individual, que es única y a la vez necesaria para los demás.
Cada cárcel particular está compuesta de ideas y creencias rígidas acerca de lo que yo soy, de lo que es el mundo es; de vergüenzas que me impiden expresarme y mostrarme tal cuál soy; de miedo al rechazo, a no ser aceptado, a no tener un lugar; de sentimientos de inadecuación o insuficiencia; de mandatos familiares, sociales, culturales; de falsos y distorsionados conceptos acerca de lo que es correcto o incorrecto; de falta de valentía para arriesgarnos y apostar por aquello que nos hace sentirnos vivos; de haber escondido nuestros deseos profundos y los anhelos del alma; de ideas distorsionadas, arcaicas y clasistas acerca de lo que es el éxito; de querer ser protagonistas a toda costa; de querer ser más; de sentirme menos…
Todo esto es lo que verdaderamente encierra a nuestro verdadero ser en una auténtica cárcel; asfixiante, aburrida, monótona y repetitiva. Eso sí; cuando se nos permite tener libertad de movimientos externos nos creemos libres. ¿De verdad que esto es libertad, cuando cada movimiento interno está dirigido por todos esos mandatos internos rígidos, previsibles y aplacados por el miedo?
La verdadera libertad es toda una conquista; y como toda buena conquista no suele ser fácil, ni rápida ni regalada.
Creo que es momento de darnos cuenta de que eso no es libertad; de que es momento de resignificar de una vez el concepto de libertad. De dejar atrás el victimimo, el infantilismo y el individualismo, para hacer un proceso personal de individuación y maduración para poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos, primero a nuestra vida, a nuestras relaciones y como consecuencia al resto del colectivo.
Una nueva humanidad necesita de humanos que estén comprometidos con dar lo auténtico y único de si mismos y ponerlo al servicio de los demás.
En estas circunstancias, está quedando de manifiesto que todos somos igualmente vulnerables, y que todos somos igualmente necesarios; que todos y cada uno tenemos cabida en este planeta.
Es hora de trabajar en nuestro proceso único y personal de INDIVIDUACIÓN, DE LIBERACIÓN DE NUESTRA CÁRCEL INTERNA.
Es momento de actualizar y expandir nuestras estrechas y limitadas personalidades que son las que han creado este mundo individualista y deshumanizado; para poder crear una nueva humanidad más madura, unida y solidaria, donde todos podamos ser mirados por lo que somos, y no por lo que hacemos o tenemos; y sobre todo donde todos podamos comprometernos con aportar a los demás lo único y genuino que tenemos para aportar.
Ya es hora de dejar de mirarnos el ombligo; hay vida más allá de nuestro ombligo.
Para ello, lo primero que tenemos que hacer es mirar adentro; revisar cada una de las paredes de nuestra cárcel interna y particular; revisar nuestros comportamientos y decisiones, con la consciencia madura de que todos y cada uno de ellos tienen consecuencias e impactos en el exterior y en las demás personas. Y sí claro, y de enterarnos de una vez por todas que nuestros actos, muchas veces ocasionan daño.
Es momento de responsabilidad adulta, no de culpa victimista, infantil y prepotente.
Es momento de liberarnos de todas las cadenas internas; de liberar cada muro que hemos construido para protegernos, para formar parte de…, para ser aceptados. De todo eso que nos mantiene en la impostura y nos impide salir al mundo siendo nosotros mismos. Precisamente para poder dar el mundo lo mejor de nosotros mismos.
ES MOMENTO DE TRABAJO DE INTROSPECCIÓN Y LIBERACIÓN INTERNA.
El sentido último de ser uno mismo, es ponerlo a disposición de la humanidad; ser una célula especializada de un mismo cuerpo. Soy único y diferente, pero a la vez soy parte de algo mayor.
Soy único, diferente y necesario, pero no para recibir aplausos, ni ser el protagonista de la película, sino para que mi propia luz genuina, pueda iluminar otras vidas; haga lo que haga y me dedique a lo que me dedique. Nadie es más; nadie es menos.
Es momento de tirar abajo los muros internos de la importancia y el protagonismo.
Es momento de reencontrarme con mi verdadera esencia, subyugada a todos los personajes con los que me he ido identificando creando falsas identidades y viviendo en la impostura.
¿Qué cadenas internas, miedos, creencias, apegos, vergüenzas están impidiendo que seas y expreses en el mundo quien realmente eres?
¿Sabes realmente quién eres? ¿Qué estás aportando a la humanidad? ¿Estás donde realmente quieres estar?
¿Cuál es el miedo que te encadena a estar en una relación que sabes que no es lo que quieres?; ¿Cuál es el miedo que te impide disfrutar del amor o tener una relación?
¿Te quejas de un trabajo que no te permite la expresión de tus verdaderos dones y talentos y aun así te sigues quedando sin hacer nada para salir de esa situación?
Muchas personas viven encadenadas y esclavizadas a la propia idea de libertad. El propio apego a la libertad mal entendida, puede ser una trampa en si misma que te impida tener vínculos solidos y relaciones nutritivas.
El miedo al abandono, puede mantenerte encadenado e inmovilizado en una relación que sabes internamente que no es lo que mereces; el miedo al rechazo puede hacernos ir por la vida traicionándonos a nosotros mismos buscando a cualquier precio, la validación y el reconocimiento externo.
El miedo a no ser suficientes puede empujarnos a vivir en el sobreesfuerzo, adictos al trabajo y al hacer, en búsqueda infructuosa de un reconocimiento externo.
Son innumerables las paredes de cada cárcel interna y particular. Tienen ladrillos de todas clases y colores.
La libertad es mucho más que la libertad de movimientos. Hemos creído ilusoria e ingenuamente que somos libres y que tomamos decisiones desde nuestra libertad. Pues no; la mayoría de las decisiones vienen tomadas por un piloto automático que es nuestra personalidad; ese entramado de creencias, estrategias de protección y defensa que hemos ido construyendo para sobrevivir y salir al mundo.
¿Que tal si elegimos dejar de sobrevivir para empezar a vivir?
La vida va mucho más allá de la supervivencia. La vida podemos convertirla en el mismo día de la marmota, o podemos convertirla en un espacio tiempo para la expansión de nuestra conciencia; para vivir diferentes experiencias, llenas de matices, como la vida misma; experiencias a veces terribles y dolorosas como la que muchas personas están viviendo en este momento; porque somos humanos. No hay ningún humano que no vaya a experimentar en su vida pérdidas, dolor y sufrimiento.
Si nuestra personalidad y nuestra consciencia están en continua expansión, podemos vivir incluso varias vidas dentro de una misma vida. Diferentes películas en el mismo proyector.
Cuando salgamos de nuestro encierro, muchas cosas habrán cambiado fuera; pero los cambios que cada uno en particular veamos, serán un reflejo de todos los cambios internos que hayamos querido hacer.
El mundo externo habrá cambiado para todos; pero cada mundo interno habrá cambiado según el nivel de compromiso e implicación; y la manera en la que hayamos elegido vivir esta experiencia.
No me cabe duda de que muchas personas después de que pase todo esto serán las mismas y seguirán igual; y tampoco tengo duda de que esta experiencia para muchas otras será un auténtico despertar; a veces doloroso, pero un despertar. ¡Bienvenidos esos despertares!
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