Pareciera como si en nuestro mundo, en nuestra sociedad, la rapidez fuese un valor esencial
No sólo es importante estar en la acción, sino que además tiene un plus hacerlo rápido.
También está muy extendida la creencia de que el que abarca y corre mucho es más eficaz.
Esto no siempre es cierto. He visto como muchas personas que aparentemente hacen mucho, dejan las cosas a medias, con lo cual no hicieron tanto como pensaban, y muchas veces pierden más tiempo volviendo a terminar lo inconcluso, que si se hubiesen tomado el tiempo necesario para rematar una cosa antes de pasar a la siguiente.
A causa de todo esto, muchas personas viven estresadas y agobiadas, incluso sintiéndose incompetentes y juzgadas si no consiguen seguir ese ritmo de estrés colectivo.
No sólo se trata de hacer, sino de vivir lo que hacemos. Sino ¿Qué sentido tiene? ¿Por qué esa ansiedad de consumir experiencias con tanta rapidez?
Te planteo la siguiente reflexión:
¿Sabes a dónde vas?
¿Estás yendo en la dirección que quieres?
¿Sabes cuál es tu propio ritmo?
No sólo es importante saber lo que queremos y a dónde nos dirigimos, sino que es importantísimo que lo hagamos a nuestro propio ritmo; eso es respetarnos a nosotros mismos.
Es paradójico ver cómo todo lo hacemos deprisa y sin embargo nos quejamos de que no tenemos tiempo para nada.
“la prisa nos hace olvidar las razones de la vida” Gabriel Albert Auguste
La impaciencia con uno mismo es un suicidio, con los demás un asesinato. (no recuerdo de quien oi esta frase), pero sí sé que me hizo pensar mucho.
Ir rápido no significa llegar más lejos, ni vivir más, ni vivir más intensamente.
Dejemos que cada experiencia tome su tiempo para que pueda impregnarse en nosotros.
Te dejo un bonito relato sobre el tema, extraído de » El lenguaje de la vida» de Cayetano Arroyo. Del elogio de la tranquilidad.
LA RANA Y LA TORTUGA
«Una rana se subió en el lomo de una tortuga y, mientras paseaban, hablaban así. La rana decía:
– ¿Cómo es posible que camines tan despacio?
Y la tortuga le respondió:
– no es el tiempo que taradas lo que cuenta, sino todo lo que hayas aprendido al llegar. Tú vas saltando a todas partes pero… ¿Qué has vivido de todo lo que se ha cruzado en tu camino? No estás en ninguna parte, aunque vayas a todas. Yo, en cambio, estoy donde estoy y el camino que recorro nunca más lo olvido ni lo volveré a caminar».
Descubre tu propio ritmo y respétalo en tu caminar.
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